El paisaje del norte de la isla dista mucho de las postales menorquinas que venden en los supermercados. El norte es salvaje y auténtico. Una vez al verano, tenemos varios días de viento del norte, lo que aquí llaman Tramontana. El mar se enfurece y choca contra los acantilados. Las olas que veo desde mi casa responden a los cambios meteorológicos y nos ofrecen un paisaje diferente cada día. Hoy, las olas crean un cuadro. Estos días los aprovecho para leer y escribir. La Tramontana dura tres días; la isla tiene sus propios tiempos. Los isleños están acostumbrados; mi abuelo, después de veranear aquí más de 20 años, también parece adaptado a la cultura menorquina. Cuando los demás integrantes de la casa entramos en pánico, él responde: "En tres días pasará", y pienso que es una buena filosofía de vida, aplicable a cualquier otro aspecto de nuestras vidas.
Los veranos aquí son tranquilos, mecidos por ritmos y patrones repetidos durante años. La casa que nos acoge se estira como un chicle cuando se llena de gente, y es agradecida con nosotros. Tanto las mesas como la decoración siguen insignias del mar. Sus sofás azules desgastados y su olor a humedad emanan aromas de la infancia. Los domingos vamos al pueblo pesquero de al lado a pasear. Algunas tardes vamos a la ciudad a comprar. Estamos aislados del resto del mundo, pero disfruto de esta sensación. La banda sonora de las tardes es la televisión de fondo del salón. Sobre las seis, empieza la sesión de lectura y leemos todos frente al mar. Pienso que la lectura es un don, y es un don que compartimos en mi casa desde siempre.
Las carreteras de la isla no están bien asfaltadas ni trazadas. Hay caminos que podría recorrer casi con los ojos cerrados. Vuelvo de fiesta en coche, con la cabeza apoyada en la ventana, e intento calcular cuántas veces habré hecho este trayecto. Para hacernos los locales, bebemos pomada y llevamos abarcas. Los veranos transcurren lentos. La isla no espera a nadie; nosotros simplemente cohabitamos con ella durante unos días al año, nos acoge y nos deja vivir en ella, pero sigue sus propios ritmos.Miro fotos de otros veranos, de hace diez o quince años, y la casa se mantiene inmune al paso del tiempo. La decoración es prácticamente la misma e incluso reconozco los platos que usábamos para comer entonces. Mi hermano no aguanta estar más de una hora en casa sin hacer nada. Sin embargo, yo disfruto de estos parones forzados de tres días en verano y los espero con ansia.
La tormenta ya ha pasado, como todas las cosas que acontecen. El cielo es claro, con tonalidades rosas, el mar se ha calmado y se respira paz. No hace calor. Hay una ligera brisa que nos recuerda al temporal, pero ya está amainando y en unas horas será como si no hubiera pasado. La naturaleza sigue su curso; mañana volverá a salir el sol y volveremos a salir al mar.
Me inspira:
Lluvia Roja de Cees Nooteboom. Me lo leí hace dos años y vive rent free en mi cabeza desde entonces.
La verdadera isla bonita, Menorca.
Stumblin´in de CRYIL
Hasta las próximas Tónicas,
Terrific P.
Tradiciones veraniegas y Menorca —> ME EN CAN TA
me ha encantado!!🩷