Volviendo de Amsterdam en mi vigésimo vuelo del año, pienso que tiene gracia que yo, una persona a la que volar no le apasiona especialmente, haya elegido esta isla como mi hogar para los próximos años, y me vea obligada a coger un avión cada vez que quiero ver a mis seres queridos. El otro día, a punto de aterrizar durante una de las clásicas tormentas primaverales del país, le confesé a mi amiga E. mi secreto. Le dije: “yo lo que hago para que no me de miedo es interpretar el papel de una persona que, no sólo le gusta, si no que disfruta volando, como si fuera una actriz.” (Lejos del punto al que quiero llegar, os recomiendo esta infalible táctica a los viajeros frecuentes como yo).
Por la mañana hoy, entre mensajes cruzados con una amiga, surgió el tema de la crisis de los 20 de su hermana, y cómo se sentía un poco desanimada. Mi respuesta fue rápida y directa: "bienvenida al club”. A lo largo de los años he tenido muchas veces la sensación de estar en un eterno juego de roles y tiempo después soy consciente de que en el casting solo estaba yo. Mi abanico de personajes a representar era amplio: el alma de la fiesta, la amante del Indie y el Rock, la de las bromas más ingeniosas ante un potencial romance, la de los planes más divertidos. Mi psicóloga A. me decía el otro día que esa máscara que quitó y me pongo realmente solo la veo yo. ¿Será verdad? Resuelta que al final seguirle la pista a todas las versiones que uno finge ser es sencillamente agotador.
Afortunadamente, en mi caso, con los años he ido dejando atrás muchos de los papeles por los que un día juré bandera y ahora cogen polvo en el desván; otros les he cogido tanto cariño que una parte de ellos se ha quedado conmigo. No está mal ocasionalmente jugar a no ser tú, de vez en cuando es divertido tratar de ser esa persona que puede salir de fiesta tres días seguidos e ir al trabajo el lunes, o la persona a la que le encanta volar, o aquella que los domingos va a Yoga y bebe Matcha. A mi a veces me gusta pensar que soy una persona que escribe. Nos ponemos caretas de quienes queremos ser, de nuestras versiones mejoradas, nos ponemos caretas de personajes que, en el fondo, no tienen nada que ver con nosotros y debajo de cada disfraz quedamos nosotros, desprovistos de adornos, con el rostro al natural.
¿Qué pasa si nos quitamos las máscaras? ¿Qué pasa si durante unos segundo somos sinceros con el resto, y más importante, con nosotros mismos? Yo ahora estoy practicando la actitud de no fingir quién soy y lo que es igual de importante, permitir que las personas sean, de usar usar máscaras por diversión y de manera pasajera, de vivir en el papel que me ha sido asignado sin tratar de ser ni un poco más ni un poco menos, y de rodearme de personas que me permitan ser, sencillamente, yo. Canta Rayden: “te dije: "hazme lo que quieras" y me hiciste a mi sin adjetivos”; y me encanta.
Me inspira:
Los aviones. Ya que me tengo que enfrentar a ello una media de dos veces al mes, por lo menos sirven para sentarme con mis pensamientos un rato.
Cleopatra de The Lumineers, un clásico en cuanto a papeles se refiere.
Este episodio de Hotel Jorge Juan, me he reído mucho y he disfrutado; y da la casualidad de que hablan un poco de este tema.
Hasta las próximas tónicas,
Terrific P.